Hoy 26 de febrero celebramos
en nuestro colegio el día de Andalucía.
Nuestro centro ha elegido la figura del
pintor JOSÉ PÉREZ OCAÑA
para homenajearlo en
este día de Andalucía como personaje destacado de nuestra tierra, sumándonos a
la iniciativa del ayuntamiento de Sevilla y al de Cantillana.
El Ayuntamiento de Sevilla en su
pleno del 26 de junio de 2013 aprobó, por unanimidad de todos los grupos políticos,
un homenaje a este pintor, a los 30 años de su fallecimiento y a los 35 de su
participación en el primer carnaval de la Alameda, donde pronunció un pregón vestido “a la
primavera de Boticelli” en el año 1979.
Dado que los actos de dicho homenaje
serán en nuestro entorno inmediato (Palacio de los Marqueses de la Algaba y Casa de las
Sirenas) y debido al papel vital desempeñado por OCAÑA en la lucha por el
reconocimiento de las libertades individuales, así como por la visibilidad del
colectivo homosexual, durante el tardofranquismo y la transición española,
sería interesante acercar a nuestro
alumnado a la figura y la obra de este artista,
además son escasas las ocasiones en las que nuestra sociedad nos permite
valorar la contribución del colectivo homosexual al avance de la sociedad.
Ocaña se mantuvo siempre
independiente de cualquier tendencia política, se definía como anarquista. Ni
siquiera aceptaba la palabra homosexual “yo no creo en la homosexualidad, creo
en las personas”, decía convencido.
En
realidad Ocaña era profundamente antiburgués, pese a que se le haya convertido
en un símbolo de la contracultura de la Transición, lo que Ocaña representaba y
vivía con orgullo era el lumpe1.
Aunque Ocaña abandonó su Cantillana
natal con solo 24 años para trasladarse
a Barcelona, nunca olvidó sus raíces andaluzas que impregnaron su obra y su
peculiar forma de entender la vida.
Su papel protagonista en la escena
underground barcelonesa y por ende en todo el estado español a finales de los
años setenta es indiscutible. Y así, Ocaña paseando vestido de mujer por las
Ramblas, con sus ángeles y vírgenes, típicos de la religiosidad de su tierra,
pasaron a formar parte del imaginario de la ciudad de Barcelona y de una España
que luchaba por recuperar sus libertades.
La ironía, la parodia, la caricatura y el esperpento le
fueron el único camino posible y permitido para manifestar su homosexualidad.
Es
fácil y tremendamente injusto analizar y denostar las manifestaciones sociales de Ocaña desde
nuestra sociedad actual, parapetados tras nuestras seguras armaduras
democráticas y del estado del bienestar. En su momento Ocaña fue muy valiente y
luchó con lo único que tenía su alcance, su alegría de ser homosexual. Una
alegría, que como bien supo Ocaña, es también revolucionaria.
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